En la primavera de 1938, el psiquiatra Francesc Tosquelles llega a Almodóvar del Campo. Había sido nombrado jefe de los Servicios Psiquiátricos del Ejército de Extremadura con el grado de Capitán Medico Provisional del Estado Mayor.
Eligió Almodóvar del Campo como lugar idóneo para organizar un hospital de retaguardia, psiquiátrico militar-civil, donde acoger a combatientes con trastornos psicológicos graves, pero también se ocupó de la salud mental de la población civil de Almodóvar del Campo. Para ello se instaló en la segunda planta del Edificio de los Capataces.
El psiquiatra inició en este destino lo que se conoce como “psiquiatría comarcal”, claro ejemplo de la radical transformación sobre la manera de comprender y tratar la enfermedad mental.
Para ello contó con la ayuda de los médicos Sauret, Peña y Marín y escoge como colaboradores a personas ajenas a la psiquiatría, acostumbrados a escuchar y comprender el sufrimiento de los soldados, un sacerdote, algún pintor, un abogado, y algunas prostitutas. Todos ellos se convierten en poco tiempo en magníficos cuidadores.
Terminada la guerra Tosquelles permaneció en Almodóvar del Campo unos meses más resolviendo situaciones de los pacientes, incluso de los falsos enfermos que pudo acoger en el hospital para salvarles la vida. Esta situación solo es comprensible si tenemos en cuenta el aprecio que todo el pueblo sentía por él. Ello se recoge en varios testimonios de personas que aún lo recuerdan como «un médico muy bueno«, «el médico que hacía hablar a los mudos” o “trató a mi abuela y le diagnosticó vejez prematura“.
Durante su estancia en Almodóvar se alojó junto al Dr. Sauret en la vivienda de la familia García de la Santa Casanueva, en la calle Real, con la que fraguó una gran amistad, que duró hasta su muerte.
El doctor Francesc Tosquelles salió de Almodóvar con un salvoconducto, recogió a su esposa e hija en Asturias, ellas regresarían a Reus y el junto al Dr. Sauret atravesaron los Pirineos camino del exilio.